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Cómo nace el poblado de La Junta al sur de la Carretera Austral

Por Óscar Aleuy / 10 de noviembre de 2023 | 20:56
Elías Rosselot le puso su nombre al Río Claro al haberlo descubierto. La fuente de agua de La Junta, una divinidad natural convertida hoy en sector de visitantes (Fotos Grupo NLDA y el autor)
CON TRES O CUATRO INFORMANTES EN PAUTA, NOS FUIMOS A RECORRER LAS COMUNIDADES DE LA COMUNA DE CISNES EN AYSÉN. ¿LES CUENTO LO QUE PASÓ? (REPORTAJE DE ÓSCAR ALEUY)
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Cuando Genoveva Provoste llegó por primera vez a La Junta, estaba convencida de que se iba a encontrar con un pueblo. Pero cuando miró a su alrededor, la tierra estaba tapada por quilantales, bosques tupidos y selvas vírgenes que impedían ver lo que había más allá de donde alcanzaba la vista. 

La Genoveva de La Junta

Genoveva era mujer de la tierra, de vozarrón enérgico, buena para el trabajo, la crianza y las hortelanías. El espacio estaba tan solo, que los recién llegados se preguntaban dónde estaba todo y qué harían en medio de la nada. Pronto se juntaron, parlamentaron e idearon la vida. Tenían por sobre todo que subsistir, y salir adelante cueste lo que cueste. Genoveva recordó el primer impulso comunitario con la maravillosa fuente de agua que es un surtidor natural muy antiguo que actualmente es una piedra o, en realidad, una cueva de piedras y eso se habilitó de a poco para sacar agua, entonces toda la comunidad iba a esa fuente común y milagrosa para surtirse. Hoy es un Pozo que forma parte del parque cultural, acercando a los visitantes a compartir algo muy propio del lugar. 

Villegas y Rosselot

Más lejos de ahí, Raúl Villegas se dio cuenta de que se juntaban dos ríos en el lugar donde estaban. El primero era conocido como El Claro, y el segundo el Palena, monumental cauce que se tragaba todo con su impresionante caudal. Ese tal río Claro era su nombre popular, aunque Rosselot, su descubridor, desde un primer momento lo había bautizado con su apellido, arrogándose así el beneficio de su descubrimiento. Villegas declara que embromábamos unos siete a ocho días en salir a Puyuhuapi desde La Junta, siempre con el río Risopatrón y los otros arroyos atajándonos, y con suerte el recorrido se iba a cumplir en una semana, pero cuando llovía mucho nos teníamos que quedar porque ese río nos cortaba el paso. Nos encerrábamos en un coligual, quietos ahí escuchando caer la lluvia, a veces descansando, otras veces planificando cómo saldríamos de ahí. Y en el intertanto, nos comíamos casi todos los víveres que les llevábamos a las familias. Así que llegábamos con las manos vacías. 

Ya he hablado acerca de la conmoción ante el fracaso de la primera colonia, en un sector donde se levantaron 36 manzanas por los oficios del entonces Ministro del Interior Ramón Barros Luco. Pese a todos los esfuerzos, aquel intento de colonizar se convertiría en un rotundo fracaso. La razón la dilucida muy bien Alejandro Marín Llaucún cuando declaraba a su llegada que las condiciones en que vivían las personas no eran las mejores. Bien sabido era que la colonia no generaba un foco de atracción hacia sus trabajadores, y no era algo que despertara deseos de establecerse. 

Grosse y Bohle

A mediados de los años 40 Carlos Bórquez Carlini, funcionario de la Oficina de Tierras de Puerto Montt (hermano de Hernán, quien fuera conocido entre el 40 y el 50 cuando era Gobernador en Coyhaique), realizó el levantamiento topográfico de la cuenca del Palena. Bórquez, junto a Augusto Grosse realizó una completa prospección del área en 1946, área que el germano ya conocía de memoria. Entre ambos formaron un respetable equipo de trabajo a bordo de un chalupón que gustosamente dispuso para la expedición el colono Juan Bohle, conocido habitante de Isla Los Leones. El primer movimiento lo realizaron hacia el río Palena, dejando a Bórquez efectuando el primer levantamiento en un tramo principal del río, mientras Grosse endilgaba hacia Palena Medio. La segunda prospección de Bórquez Carlini se realizó en los alrededores del río Risopatrón y fue este el momento de la denominación del lugar conocido como La Junta, al distinguirse claramente en el lugar una confluencia con profusas riadas de caudalosas corrientes, lo que reveló la justeza del nombre. 

En ese entonces se hablaba sólo del río Claro, que confluía con el río Palena. Como Grosse era certero en sus apreciaciones y desde luego en sus exploraciones, pudo determinar claramente los nombres de cuanto accidente geográfico descubría, por lo que encontró acertado cambiar el nombre de río Claro a río Rosselot, oficializándolo. 

Augusto Grosse relaciona magistralmente la evocación ambiental que le produce el entorno del valle de La Junta y es especialmente detallista cuando se refiere a las confluencias de ambos ríos. Se encuentra en este momento en La Junta, y su escritura declama como un canto para su diario de navegación: 

Las altas cordilleras retroceden ahora y nos encontramos en una gran planicie interrumpida por suaves lomajes que oscilan entre 40 y 60 mts. La vegetación se compone de tupidos quilantos. Es el lugar al cual confluyen con el Palena los valles (ríos) Risopatrón y Claro, formando una verdadera hoya. En la ribera se observan coigües, huahuanes, mañíos y teníos de troncos derechos como velas. Además, pueden verse arrayanes, maitenes y maquis en gran cantidad. Existe madera en abundancia y fácil de balsear por el gran río Palena. 

Las observaciones relacionadas con caminos son de hecho muy favorables. A ambos lados del río, la construcción de una senda es relativamente fácil. No es necesario hacer cortes en piedra, pero sí en partes bajas habrá que construir puentes y envaralados. El cambio de color de las aguas le advierte al explorador la proximidad de la desembocadura del Claro, llegando pronto al delta mismo. Allí instala su campamento, dando término con esto a la primera etapa de la exploración. 

Doña Florinda

Florinda Monsalve llegó de Valdivia en 1940. (Foto autor)

Florinda Monsalvez Meza había llegado de Valdivia en 1940. No tuvo escuela jamás, porque no era necesario. Según ella, sus mayores eran pobres. Cuando cumplió los 15 años se le antojó buscar un compañero y su crianza terminó en las cercanías del volcán Carrán hasta que llegó a La Junta en 1960, cuando las tierras estaban empezando. Su marido se ocupaba de los campos, limpiando, sembrando, rozando, el puro trabajo porque gente no había. El que los trajo era un alemán de apellido Novack para que empiecen a aprender y empiecen a conocer. En La Junta doña Florinda tuvo su familia. Le hicieron entrega de unas tierras y se instalaron, criaron hijos y vivieron llenos de enjundias y favorecimientos. Pero de pronto la vida se tornó difícil porque los montes eran tupidos, no había caminos, no tenían mucho para vivir con cierta comodidad. Entonces perdieron esas tierras. No tenían bote, ni caballo, qué podrían haber hecho. Un hombrecito que se le murió a la señora les negoció un pedacito de campo y se fueron ahí a vivir haciendo quesos, sembrando en prolíficas tierras. Sus huertas fueron conocidas. Pero su marido se enfermó y dejaron a sus hijos en el campo y se vinieron a La Junta y obtuvieron una casa que está frente a la escuela. Al año siguiente doña Florinda enviudó. Recordó sus amistades con los primeros juntinos cuando llegaron aquí, doña Aurora Manosalva, los Canicuras, Pablo Leal, Alfredo Schilling. 

La tía Lety

La tía Letty, pintoresco personaje de La Junta, nos contó detalles de su vida en su pensión del centro. (Fotos del autor)

María Leticia Gallardo ha sido también una digna representante del poblado de La Junta, por su gran notoriedad y relevancia en el diálogo chispeante y en la sabiduría que reflejan sus palabras. 

La última de nuestras entrevistadas es Leticia, a quienes todos tratan como La Tía Lety, y que hace poco falleció. Ella llegó derechamente a hacer patria a La Junta. Era de Puerto Varas de 1932. Allá se vivía con un pedacito de tierra que daba a las familias el Gobierno. Eran gente trabajadora. Cuando Leticia nació, su madre falleció en el parto y entonces se fue a criar con los abuelos que vivían en Ensenada, Lago Llanquihue. Un poco más allá de donde está la Junta de Vecinos se había levantado la escuela, una casa pequeña cuando Leticia llegó por primera vez a La Junta. Después del golpe de Estado llegó con algunos hijos con mucha dificultad porque no había caminos. Llegó a instalarse a una casa que su hermano le había preparado, sin pisos, sin forro, entonces ante eso tuvo que irse a la casa del otro hermano, Washington Gallardo, aunque no tenían muebles y entre Marzo cuando llegó ella, hasta Septiembre cuando llegaron las cosas de Puerto Montt, se tuvo que batir con lo que había. 

Empezó a trabajar un negocio en esa casa que le faltaba mucha construcción. El primer oficio que trabajó fue alimentar a todos esos pilotos de los aviones que llegaban a La Junta desde distintos puntos de la provincia, algo que le sirvió para conocer al famoso piloto Ernesto Hein, y que lo remarca a su manera:

Estábamos aquí escondidos, si no sabíamos de radio, no sabíamos muchas cosas que pasaban en otras partes del mundo. Con la buena voluntad de don Ernesto tuvimos siempre pilas, siempre revistas y diarios para conocer lo que sucedía en el mundo. Y una buena radio para escuchar música y programas, que a todos nos alegraba la vida. También pasaban por mi casa y mi residencial don Víctor Correa que era piloto de Palena y uno de los hijos de don Ernesto, el querido Netín.

Nos inclinamos a pensar que la única motivación para crear un poblado en la vasta zona del Palena estuvo fundamentada por las demandas de los primeros pobladores o colones. Tal como ocurrió con poblamientos en Coyhaique, Balmaceda o Cochrane, lo que movió al nacimiento de esta comunidad fue sin duda la petición mancomunada de los pobladores de exigir un apoyo del Estado para que todo eso sea pueblo. Sólo hasta 1963, durante el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez, se puede vislumbrar una posibilidad de creación de un poblado cuando es promulgada una ley de posesión de tierras que favorecía a los colonos mediante la creación de la llamada Corporación de Tierras de Aysén y Palena.

OBRAS DE ÓSCAR ALEUY

Óscar Aleuy, escritor coyhaiquino

La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona). 

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