Los ecosistemas forestales nativos desempeñan un rol fundamental en la mitigación del cambio climático, pues actúan como “sumideros” [1] absorbiendo el carbono de la atmósfera, almacenándolo en la biomasa y los suelos. La mitigación se ocupa de las causas del cambio climático y la adaptación aborda sus impactos. Las estrategias de mitigación en el sector forestal se pueden agrupar en cuatro categorías principales: 1) la reducción de las emisiones derivadas de la deforestación, 2) la reducción de las emisiones derivadas de la degradación forestal, 3) el fortalecimiento de los sumideros forestales de carbono y, 4) la sustitución de productos [2]. La adaptación abarca los cambios en las prácticas de manejo de la vegetación, planificadas para disminuir la vulnerabilidad de los ecosistemas forestales y las personas ante el cambio climático.
En este contexto, el Gobierno de Chile debe dar señales claras de sus compromisos y a la vez coordinar la participación de todos los países integrantes. Una de las actividades en desarrollo es la elaboración de un Plan Nacional de Restauración a Escala de Paisajes. Sin duda es fundamental, considerando que existen cerca de 25 millones de hectáreas de Bosque Nativo y Formaciones Xerofíticas (ecosistemas de zonas áridas y semiáridas) altamente degradados, pero que aún generan una serie de servicios ambientales vitales para enfrentar los efectos del Cambio Climático. Uno de estos servicios es la captura de carbono, acción en la que el bosque nativo llega a ser 40 veces más efectivo que las plantaciones [3]. Un Plan de Restauración de Bosques Nativos y Formaciones Xerofíticas debe constituir la columna vertebral de un Plan de Restauración a Escala de Paisajes, no obstante, nos preocupa qué es lo que está considerando como Restauración. En este sentido, destacamos tres puntos:
El Proyecto Ley de Restauración Forestal y Adaptación al Cambio Climático considera 3 objetivos: 1) fomentar cobertura vegetacional no maderera para mitigación, 2) forestación con fines productivos y 3) reforestación de zonas afectadas por incendios forestales. Sólo el primero tendría directa y explícita relación con el cambio climático. De los otros dos, no se ha explicado qué se entiende por “productivo” y cómo ello contribuye al efecto sumidero de los bosques o de plantaciones; lo mismo respecto de las reforestaciones en zonas incendiadas. Debe establecerse como fundamento básico la planificación del territorio, donde la restauración de bosque nativo debe abarcar por lo menos el 80% de la superficie nacional a recuperar, ya que, como mencionamos, la evidencia científica demuestra que los ecosistemas forestales nativos son 40 veces más efectivos como sumidero de carbono que las plantaciones de pino, eucalipto o cualquier otra especie cuyo ciclo de cosecha sea corto o reducido, y que adicionalmente proporcionan “beneficios no-carbono”, que las plantaciones tradicionales escasamente proveen. Se debe, además, identificar la superficie a recuperar anualmente, la disponibilidad de recursos humanos y financieros, la meta de recuperación anual, especies forestales nativas a utilizarse, y número y dimensión de los viveros a instalarse para satisfacer las necesidades de plantas para este importante desafío.
Manifestamos nuestra inquietud en torno a los reales alcances y objetivos de las iniciativas de Restauración Ambiental que se están discutiendo en este momento en el país; pues tememos que se busque principalmente consolidar modelos actualmente en uso con un claro sesgo productivista-mercantil antes que la recuperación de ecosistemas nativos, los que son vitales en la lucha contra el cambio climático y en la seguridad de todos y todas los(as) habitantes de Chile.
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