Opinión

El cariño, afecto y lealtad de los animales: tres historias inspiradoras

Por Lucas Chaparro Sepúlveda / 30 de enero de 2021
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Atención: esta noticia fue publicada hace más de 3 años

Existe un número significativo de personas que saben –y están muy conscientes– del gran amor, cariño y absoluta lealtad que muestran las mascotas hacia sus amos. Sin embargo, pareciera, asimismo, que pocas personas logran comprender del todo el gran afecto que los animales nos entregan a cambio de lo poco que nosotros les damos a ellos. A menudo, ese afecto nos lo dan a pesar del maltrato que reciben por parte de los seres humanos. 

Ahora bien, en lugar de hablar de nuestras mascotas habituales –perros, gatos, aves, etc.– quiero contar varias historias que me parecieron muy inspiradoras, al mismo tiempo que conmovedoras: tres historias de delfines y su contacto con los seres humanos.

El primer caso, es el de Enzo Maiorca, el buceador italiano más famoso de su tiempo –apodado también el “señor de las profundidades”– campeón mundial de apnea (o buceo libre), un deporte extremo que consiste en suspender la respiración en forma voluntaria con el fin de descender a grandes profundidades en el mar. Su último gran récord personal lo obtuvo en el año 1988 a los 57 años, cuando logró sumergirse a una profundidad de 101 metros sin respirar. 

Sin embargo, no es el récord lo que distingue a este hombre, sino que su amor y respeto por el mar, así como también por los seres marinos que allí habitan, especialmente, su gran afecto por los delfines. Enzo Maiorca cuenta la siguiente historia: él se encontraba buceando cerca de la costa de la isla de Siracusa, y mientras hablaba con su hija Rossanna –quién se encontraba arriba del barco–, sintió que algo lo golpeaba suavemente en su espalda. Al girarse para ver de qué se trataba, vio que era un delfín. Al observarlo con cuidado, Maiorca se dio cuenta que el delfín no quería jugar, sino que intentaba comunicarle algo.

Los delfines están considerados por los científicos como una de las especies más inteligentes que habitan la tierra, y que utilizan el sonido, la danza y el salto para comunicarse. En conocimiento de estos datos, Maiorca decidió seguir al delfín cuando éste se sumergió, descubriendo que a unos 12 metros de profundidad había otro delfín que estaba enredado en una red abandonada. Maiorca rápidamente sube a la superficie y le pide a su hija que se ponga el equipo de buceo, se lance al agua y se sumerja con él. En pocos minutos él y su hija logran liberar al delfín atrapado, el cual, al límite de sus fuerzas logra emerger, emitiendo un “grito casi humano”, como lo describe el propio Maiorca. Los delfines sólo pueden resistir poco más de 10 minutos bajo el agua, luego de lo cual, si no salen a la superficie a respirar, se ahogan y mueren.

El delfín liberado –aún algo aturdido–, es atendido por Enzo y su hija Rossanna. Y ahí se produce la gran sorpresa: se trataba de un delfín hembra que poco después da a luz a su bebé delfín. El delfín macho se puso a girar en torno a todos ellos en una actitud de atenta observación y cuidado, luego de lo cual, se detuvo frente a Enzo y le tocó suavemente la mejilla –como si fuera un beso– en un gesto de gratitud, para luego alejarse en compañía de su pareja y del delfín recién nacido.

Enzo Maiorca termina su relato señalando lo siguiente: “Hasta que el hombre no aprenda a respetar y a dialogar con el mundo animal, nunca podrá conocer su verdadero papel en la Tierra”. Una historia verdaderamente inspiradora.

Otro ejemplo extraordinario ocurrido en Italia, es el caso de un delfín hembra, el cual, siendo una cría,  había perdido a su madre y estaba encallada en un banco de arena al borde de la muerte. La mujer que rescató a la cría –que era una veterinaria y que llevó al pequeño delfín a un acuario– se preocupó durante meses de alimentar al cetáceo, acariciándola y enseñándole a recuperar sus habilidades para nadar y cazar sus propias presas. Habiendo muerto su guardadora a raíz de un lamentable accidente, este delfín hembra se negó a comer, reduciendo  en dos semanas su peso desde 210 a 160 kilos y vomitando toda la comida que otros guardadores –preocupados por su bienestar– le hacían ingerir. 

La explicación a esta  extraña conducta animal se fundamenta en la fuerte y especial relación afectiva que establecieron Tamara –su guardadora– y Mary –el delfín hembra–, por cuanto, Tamara estaba constantemente acariciando a Mary y velando por ella, quien, a su vez,  devolvía esas muestras de afecto frotando con su hocico las mejillas de Tamara. 

Este es otro relato edificante de respuesta animal, que muestra la razón del estrecho vínculo que se establece entre un ser humano y un animal, el cual, sin lugar a dudas,  puede convertirse en una fuente de curación y sanación mutua, que va desde diversas aflicciones y trastornos emocionales, hasta la superación de vivencias de estrés, traumas, temores, tensiones y ansiedades, tal como sucede, por ejemplo, en la equinoterapia. 

Si alguien piensa que éstas son las únicas historias inspiradoras entre los seres humanos y los delfines, debería investigar la historia del buceador francés Jacques Mayol, quién, ya a los siete años descubre por primera vez a los delfines, convirtiéndose estos mamíferos marinos en una verdadera pasión para él, ya que comenzó a pasar gran parte de su vida en los distintos mares del mundo, aprendiendo a bucear, a practicar la apnea y a relacionarse con diversos animales marinos. 

Cuando fue contratado en un Seaquarium como cuidador de los animales que allí había, conoció a Clown, un delfín hembra muy inteligente, con la cual estableció de inmediato una relación especial e intensa. Mayol, a quien apodaban “el hombre delfín”, creía que el ser humano, de alguna manera, estaba relacionado con los mamíferos marinos diciendo que “hay un delfín dormido en cada uno de nosotros”. Según relata Mayol, Clown le enseñó cómo trabajar la respiración bajo el agua sin esfuerzo, algo que se convirtió en una obsesión para él, que lo condujo a sumergirse en profundidades del océano a pulmón abierto hasta alcanzar récords jamás pensados, ya que en el año 1985 llegó a una profundidad récord de 105 metros.

A todo esto: la competencia que surgió entre Enzo Maiorca y Jacques Mayol por demostrar quién era el mejor de ellos en sumergirse en el mar sin equipos de respiración, inspiró la película “Azul profundo” (Le grand Bleu).

¿Qué enseñanza podemos extraer de lo que se ha planteado aquí? Muy simple: la absoluta obligación que tenemos como seres humanos, de aprender a cuidar y respetar la vida de nuestras mascotas y animales que nos rodean, ya que, demasiado a menudo, estos animalitos nos entregan mucho más de lo que nosotros les entregamos a ellos.     

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