Por Rafael Martínez
Puerto Octay es un testimonio viviente de calidez, historia y diversidad. Su belleza escénica, arquitectura patrimonial y gastronomía son parte de su esencia. Una estirpe que está presente en cada rincón de esta localidad sureña ubicada en la cuenca del lago Llanquihue.
Caminando por su avenida principal, Germán Wulf, sus casas de estilo colonial alemán decoran el paisaje, pero desde la entrada a Octay, una construcción resalta por si sola.
Primero, por su privilegiada ubicación en la plaza principal y frente a la iglesia. Segundo, por su arquitectura.
El Café Mesón Carpintero se roba las mirada de los transeúntes. Es un viaje en el tiempo y una representación del rescate patrimonial.
Las tejuelas de alerce no dejan indiferente a nadie. Son la puerta de entrada para sumergirse en la estética y concepto del lugar.
El café abrió en febrero del 2020, tras un año de remodelación del galpón, que en antaño, desde su construcción en los años cincuenta, fue un taller mecánico, zapatería, compañía de bomberos y hasta estacionamiento del transporte público.
Historia y vida desde los inicios, en el corazón de Puerto Octay.
No fue un trabajo fácil darle la cara y vida que tiene hoy el café, según relatan sus actuales dueños. El edificio estaba abandonado y se encontraba en muy malas condiciones.
Los dueños anteriores lo tenían en el olvido, asegura Pauline Grellier y Rodrigo Puchi, quienes aceptaron la misión de transformar los restos del galpón en un café. Un punto neurálgico de Puerto Octay estaba siendo desperdiciado.
“El techo aún era de tejuelas, pero en mal estado, lo que permitió el ingreso de agua al interior. Esto provocó un deterioro rápido, porque las maderas estructurales estaban expuestas a la humedad. Así que lo primero que se hizo fue cambiar la cubierta”, narra Rodrigo Puchi, arquitecto y socio del Café Mesón Carpintero en conversación con Grupo DiarioSur.
Luego, se cambiaron las estructuras de la cubierta, se mejoraron las ventanas, se repararon las tejuelas de muro, se redujeron los niveles interiores y se generaron nuevos baños y cocina. La estructura tomaba forma.
En paralelo, tuvieron que hacer diversos trámites de papeleo, pero el camino y objetivo ya estaba trazado. Así, consiguieron la validación del Consejo de Monumentos Nacional, debido a que el futuro café de Puerto Octay se ubicaba en Zona Típica.
“La idea fue rescatar el edificio patrimonial y crear un lugar de encuentro para los vecinos y visitantes de otras partes del país”, menciona Pauline Grellier, dueña del café.
Tras dos años de sus inicios, al ingresar, destacan a simple vista las vigas de laurel, y son el motivo principal de las preguntas sobre el lugar que hacen los recurrentes visitantes.
El arquitecto explica que las vigas se mantienen desde 1959 y son la base de la estructura, por lo que decidió que fueran parte de la historia actual.
También forman parte del nostálgico recorrido los espejos del siglo XIX, o el mueble donde se atiende al público que es de roble americano y tiene varias décadas de vida.
Cada utensilio tiene su lugar e historia, como el mesón carpintero ubicado en un rincón especial por su relevancia para la comunidad.
“El nombre del café se vincula con otro proyecto de rescate patrimonial que tenemos en Puerto Octay, Botes de Octay, en el cual se rehabilitan galpones en desuso para desarrollar talleres de carpintería, sobre todo náutica”, explica Pauline.
En tiempos donde la tecnología predomina, existen muy pocos elementos electrónicos. Por eso, es un lugar donde pareciera que los relojes detienen su ritmo habitual. “Varios elementos de decoración y de uso fueron rescatados de diversas tiendas de antigüedades en Chile”, añade Pauline.
El Café Mesón Carpintero es el reflejo del cuidado de lo de antaño para ser reconocido en el presente y en los tiempos venideros.
“Puerto Octay conserva aún una identidad que viene de sus orígenes de la colonización. Ese valor no lo tienen otras partes o se perdió en el tiempo. Ese carácter es de alto valor para nosotros, y seguimos trabajando para que haya una conservación y valoración, especialmente a través de la Corporación PLOC que vela por un desarrollo sostenible y patrimonial”, concluye Rodrigo.
Jugo de ciruela. Tartaleta de murta. Kuchen de manzana. Todo lo que sale de la cocina es elaborado con productos locales, destaca Pauline.
“Trabajamos con gente de la zona, y trasladamos un poquito de Francia a Chile, porque yo soy de allá”, cuenta Pauline.
Además, dentro del café existe un rincón para conocer aún más el trabajo realizado en la zona. Pusieron una estantería, como en los cafés parisinos, donde se muestran diversos oficios y productos de Octay y sus alrededores, desde telares hasta libros.
Y en verano, entre el huerto, el verde pasto y el azul puro del cielo se puede apreciar el centro de la ciudad y el volcán Osorno, una invitación a seguir recorriendo Puerto Octay y los alrededores de la cuenca del Llanquihue después del expreso.
En definitiva, un café patrimonial que invita a empaparse del pasado, presente y futuro de Puerto Octay.
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