El 29 de octubre fue el día elegido para tomar conciencia, a nivel mundial, sobre los peligros de esta temible emergencia vascular que, año tras año, afecta a millones de personas en todo el mundo. Junto a la doctora Carmen Icarte, repasamos los tratamientos y medidas preventivas que ayudan a disminuir sus daños.
Luis Mayorga (43, casado, 3 hijos), jamás olvidará el día 27 de julio de 2020.Tras volver de compras en el supermercado, sube al segundo piso de su hogar. En medio de un baño a su pequeña hija, comienza a sufrir fuertes dolores de cabeza, a los que siguieron mareos y náuseas. Ahí decide recostarse en su cama.
Me di cuenta que el lado izquierdo de mi cuerpo lo sentía dormido. Mi señora presintió que podía tratarse de algo cardiaco, así que me sacó y me llevó en auto a la clínica. Ahí perdí el conocimiento, recuerda el joven ingeniero aeronáutico. Ella me hablaba para que no me quedara dormido o no me fuera cuenta, aún con aflicción. Tras un tratamiento de urgencia y varios scanner, el diagnóstico fue claro: Accidente Cerebro Hemorrágico. Hacía solo un mes que había nacido su hijo más pequeño.
El ACV es una emergencia médica que ocurre cuando se interrumpe el flujo de sangre a una parte del cerebro, lo que impide la llegada de oxígeno y nutrientes a los tejidos circundantes. Se divide en Accidente Cerebrovascular Isquémico, el cual se produce por bloqueo de una arteria (el más frecuente de los casos) y el ya mencionado Accidente Cerebrovascular Hemorrágico, cuya causa es la rotura de un vaso sanguíneo.
En este evento crítico, las neuronas del cerebro comienzan rápidamente a morir, con una pérdida de dos millones por minuto. Actuar tempranamente puede reducir al mínimo la posibilidad de complicaciones y de daño cerebral permanente, afirma Carmen Icarte, médico fisiatra de la Clínica Universidad de Los Andes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ACV, a nivel mundial, representa la 2°causa de muerte y la 1° de discapacidad en adultos. En Chile, según establecen estudios publicados en la web del MINSAL, es la principal causa de muerte, con 8.437 defunciones registradas el año 2016.
Los síntomas más comunes de un ACV son tres: alteraciones del lenguaje (hablar de forma traposa o incoherente) incapacidad de levantar ambos brazos de igual manera por 10 segundos, y cara asimétrica (mitad de la cara débil o caída). Otros síntomas incluyen súbita visión borrosa, falta de fuerza, alteración de la sensibilidad y pérdida del equilibrio al caminar.
Como suele suceder en muchos pacientes que sufren un ACV, Luis Mayorga presentaba condiciones preexistentes que fueron determinantes: en su caso, hipertensión arterial y la presencia de un tumor que ya en el pasado le había causado la extirpación de su riñón izquierdo. Los doctores concluyeron que este tumor hacía que la presión sanguínea subiera. Por ello, me lo extrajeron por completo, con glándula suprarenal y todo, recuerda Mayorga.
Las posibles secuelas que puede generar un ACV
Es recomendable que el o la paciente conozca las probables consecuencias físicas y neurológicas que puede generan un accidente cerebrovascular, a fin de conocer las terapias correctas en su rehabilitación y evitar cuadros de ansiedad y frustración.
Entre las secuelas más frecuentes está la hemiplejia (parálisis en un lado del cuerpo), hemiparesia (control motriz débil), espasticidad (músculos tensos y rígidos), contracturas, (músculos extremadamente rígidos y dolorosos), problemas de equilibrio, disfagia (dificultad al tragar), afasia (problemas con el habla), visión deteriorada, problemas sensoriales, convulsiones, trombosis venosa profunda (por movilidad reducida), dolores de cabeza y complicaciones emocionales, entre otros.
¿Qué hacer en caso de sufrir o presenciar un ACV?
Para la doctora Carmen Icarte, lo primero, y más importante, es trasladar al paciente lo más rápido posible a un servicio de urgencia que cuente con un neurólogo y equipamiento para su evaluación. En el traslado, la persona debe permanecer con la cabeza en alto para evitar que la saliva o un eventual vómito se dirijan a la vía respiratoria. No se le debe proporcionar ningún tipo de medicación y se debe anotar a qué hora comenzaron los síntomas, explica la profesional.
En caso de que el accidente sea de tipo isquémico, la 1°opción es un tratamiento intravenoso que buscará restituir el flujo sanguíneo perdido y preservar la integridad del tejido cerebral que aún no presenta daño irreversible, mediante un medicamento denominado rt PA (sigla en inglés). Otro tipo de opciones se basan en medicamentos anticoagulantes, o utilizando un dispositivo de extracción del coágulo. Los tratamientos para ACV hemorrágicos, en tanto, se centran en controlar el sangrado y reducir la presión en el cerebro en base a cirugías y/o medicamentos.
Tras el golpe hay esperanza
Una vez finalizado el tratamiento de urgencia, una rehabilitación oportuna y precoz, a cargo de un equipo multidisciplinario, le permitirá al paciente mejorar el manejo de las áreas afectadas, a fin de evitar discapacidades y deterioro en su calidad de vida.
Lo primero que recuerdo en mi despertar fue ver a mi familia. Con eso me quedé tranquilo, cuenta hoy, más aliviado, don Luis. A un año y 3 meses de su accidente, continúa con su terapia de rehabilitación de toda el área motriz de su lado izquierdo, labor en la que pide destacar la participación de la doctora Icarte. También ha requerido la presencia de kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, sicóloga y fonoaudiólogo. Pero el factor humano sigue siendo esencial: Hay que aferrarse bien a la familia, ser muy unidos todos. Ser súper fuerte y buscar apoyo sicológico, de profesionales, aconseja Luis Mayorga.
Especialmente en los primeros meses post ACV, el cerebro es más plástico. Por ello, es posible potenciar logros y optimizar la remodelación muscular intrínseca inmediata en el periodo entre los primeros 3 y 18 meses, complementa Carmen, quién también pertenece al comité de docencia de post grado de becados de Teletón - Santiago.
¿Cómo se puede prevenir un ACV?
Entre las principales recomendaciones orientadas especialmente a los adultos mayores, están: el control de la presión arterial, el colesterol y la glicemia; dejar de fumar, evitar el sedentarismo y beber una copa de vino tinto al día. En la población joven, aumenta el riesgo de un ACV: el uso de anticonceptivos hormonales asociados al consumo de tabaco, migraña, hipertensión arterial o diabetes. También el uso de drogas estimulantes (cocaína y anfetaminas), anorexígenos o medicamentos para inhibir el apetito.
Las recomendaciones médicas también incluyen un control médico anual, adoptar hábitos saludables (como actividad física sostenida, alimentación sana, consumo de frutas y verduras), y reducir el consumo de sal.
Es importante hacer los tratamientos recomendados, realizar controles médicos regulares, disminuir los factores de riesgo; si se tuvo un ACV, conocerlo, cuáles fueron sus causas, para así preparar el mejor plan y evitar un nuevo accidente, concluye la doctora Carmen Icarte.
Grupo DiarioSur, una plataforma de Global Channel SPA. Powered by Global Channel