En 1955 el Papa Pío XII crea la Diócesis de Osorno y al año siguiente nombra a Fray Francisco Valdés como su primer obispo y le encomienda su puesta en marcha.
Con 48 años el humilde fraile nuevamente se ve obligado a obedecer y, sin quererlo, Dios y la iglesia lo eligen para destacar con los colores púrpura de los obispos.
El obispo de Valdivia Arturo Mery Beckdorf pidió a la Santa Sede la constitución de la nueva circunscripción para Osorno. Le correspondió al nuncio apostólico Sebastiano Baggio hacer los estudios preparatorios y enviar a la Santa Sede los informes.
La inauguración de la diócesis fue ejecutada por la lectura de la bula pontificia en la Catedral San Mateo de Osorno, a cargo del obispo de Valdivia, José Manuel Santos Ascarza, quien quedó en calidad de administrador apostólico hasta el nombramiento del primer obispo diocesano.
El 16 de septiembre de 1956 se produce la consagración episcopal de fray Francisco Valdés en la iglesia del Sagrado Corazón de El Bosque, en compañía de su familia. Fue consagrado por los obispos Guido Beck de Ramberga, obispo de la Araucanía, y monseñor Manuel Larraín, obispo de Talca.
El fraile debió entrar a los protocolos eclesiásticos y eligió su escudo. Cuando le preguntaron cuál sería su lema, recordó la frase que el apóstol Pedro le dijo a Jesús cuando se le apareció resucitado en el lago Tiberiades. “Señor, tú sabes que te amo”.
El 18 de octubre de 1956 fray Francisco asume oficialmente como obispo de Osorno y una gran comitiva familiar lo acompañó al sur, entre ellos su hermana Blanca, su cuñado Mariano y su hermano Gabriel.
Muchos osorninos salieron a las calles a recibir al nuevo obispo, algunos más por curiosidad que por fe y la ceremonia fue filmada en blanco y negro por la lente del célebre cineasta y documentalista Armando Sandoval.
El nuevo obispo se instala en Osorno, conoce a la gente, pero pronto se da cuenta de las brechas de la ciudad. Pocos son los ricos contrastados con la abundancia de pobres. Su caritativo corazón se sobrecoge y esto escribe a su madre Blanca:
“Las miserias de Osorno sobrepasan lo que yo hubiera creído: los pobres hambrientos sin techo y en harapos, me asaltan todo el día. He tenido que alojar familias en el garaje; para el día de San Francisco me di el lujo de almorzar con cuarenta pobres… Las señoras de San Vicente de Paul prepararon una gran cazuela”, relató y criticó que los ricos de Osorno se lo pasaran “de fiesta en fiesta”, ciegos a la realidad que vivían muchas familias de la ciudad a fines de la década del cincuenta.
En 1960 ocurre el terremoto y la catedral de San Mateo se ve seriamente afectada. El obispo Valdés entiende que es necesario levantar un nuevo templo para su ciudad. Invita a toda la sociedad a trabajar para levantar la nueva catedral, incluido a los pastores protestantes de la ciudad.
Así escribió el arquitecto León Prieto Casanova: "La Catedral de Osorno se derrumbó casi enteramente. Era evidente que tendría que levantarse una nueva, sobre las ruinas. Así fue que el obispo comenzó de inmediato a reunir a sus amigos y a las autoridades de la ciudad para formar un comité pro-reconstrucción de la Catedral”.
El domingo 10 de junio de 1962 se colocaba la primera piedra de la nueva Catedral.
Motiva a grupos juveniles, incentiva a participar en las fiestas religiosas de su “pagano sur”, como menciona a su madre en sus cartas. Comienza a haber conversiones y los osorninos se vinculan a la vida religiosa y solidaria dentro de la iglesia.
Sobre la Catedral, monseñor Valdés consigue ayuda del extranjero, en especial de Alemania. Escribe cartas, viaja, suma gente y hasta diseña, pues la imagen del Jesús resucitado la hizo el propio fraile obispo.
El 24 de noviembre de 1977 se consagraba la Catedral de Osorno casi terminada, pero sin su campanario y la gran ojiva central que debía contener la cruz, pues el deseo de reabrir el templo, tras 15 años de espera, obligó a hacer ese sacrificio.
Fue tanta la gente que llegó a la ceremonia que hubo muchos que quedaron afuera del templo y debieron escuchar por altoparlantes desde la calle la homilía de monseñor Valdés.
En 1958, tras la muerte del Papa Pío XII, el colegio cardenalicio elige a un risueño y regordete cardenal, Angelo Roncalli, quien adopta el nombre de Juan XXIII.
Todos hablaban que iba a ser un Papa de transición, pero Juan XXIII da un golpe de timón y llama a un gran encuentro de cardenales y obispos de todo el mundo: el Concilio Vaticano II, una instancia para “abrir la ventana de la iglesia para que entren aires nuevos”, como explicaría el propio Papa.
El obispo Valdés acude a ese encuentro de los 2.540 obispos y escucha las razones del Papa para hacer este llamado.
Escribiría a su amigo Rafael Reusch: “Se palpa en el ambiente el rumbo del Espíritu en la nueva encrucijada por la que la Iglesia ha de encaminarse a velas hinchas mar adentro. El juego de las dos fuerzas de equilibrios se manifiesta a veces tensamente: ansias de avanzar buscando nuevos caminos, ansias por asegurar el sagrado depósito tal como se ha recibido”.
El obispo de Osorno nunca quiso meterse en política, pero las circunstancias que le tocaron vivir lo llevó a entrevistarse en 1976 con el presidente de aquel año, el general Augusto Pinochet.
Monseñor Valdés no estaba de acuerdo con los ideales marxistas, pero también se declaró opuesto a la violencia desde el gobierno, situación que lo enemistó con varios connotados osorninos.
Fue tanta la tensión hacia su persona que envió una carta al diario La Prensa de Osorno en junio de 1976 donde dejó clara su posición política:
“El obispo de Osorno no se ha dejado ni se dejará influir en sus juicios y actuaciones por políticos ni por presiones de izquierda ni de derecha. Le basta el Evangelio de Jesucristo, que no admite comprensión con ideologías materialistas de ningún signo”, escribió.
Añadió en el siguiente párrafo: “El obispo de Osorno se considera servidor sin distinción de todos los osorninos; pero no eludirá su deber, cuando sea el caso, de ser la voz de los que no tienen voz, y de recordar que la autoridad recibió el poder para la defensa de los débiles”.
En 1978 Chile y Argentina sintieron soplar fuertes vientos de guerra por problemas limítrofes. Hubo movimiento de tropas por ambos lados de la frontera. La paz se desmoronaba a pedazos.
Conoce la situación de los migrantes chilenos en ciudades fronterizas como Bariloche y viaja a dicha ciudad y acompaña a cientos de familias desarraigadas de Chile, obligadas “a vivir una cultura diferente” y sintiendo a “ese monstruo grande y que pisa fuerte”, como decía la letra de la canción de León Gieco “Sólo le pido a Dios”.
Ante el peligro de la guerra le escribe una carta al propio presidente Pinochet, con el que siempre tuvo una relación cordial y de respeto. En la carta, fechada el 27 de junio de 1978, el obispo Valdés le siguiere a Pinochet que busque la mediación del Papa Pablo VI y de la Santa Sede a una guerra que se veía como “inevitable”:
“Su Excelencia es la persona indicada para proponer esta solución: solicitar la mediación de la Santa Sede Apostólica. Su colega argentino en ningún caso puede negarse, sobre todo si Ud. lo invita públicamente. Él es católico, amante del Papa.
“Un paso como éste significará para Chile y para su Presidente un motivo de prestigio internacional incontenible, el cual, por otra parte, Chile necesita en el interior y en el exterior”.
"Es la hora de hacerlo, Presidente. Será un nuevo estímulo para el desarme universal, para la fraternidad fundamental de los seres humanos, en la misma línea que hizo otrora famoso a Chile por la Paz fundada en el Cristo Redentor”.
La historia es conocida, Chile y Argentina piden el laudo arbitral a la Santa Sede y los vientos se aquietaron de una guerra que habría sido desastrosa para ambas naciones y especialmente en el sur chileno y argentino.
Finalmente fue el Papa Juan Pablo II, con quien pudo entrevistarse el obispo de Osorno, un personaje clave para lograr el sueño de la paz.
Era 1981 y el diagnóstico de monseñor Valdés no era nada de bueno: cáncer gástrico, incurable.
A los dos meses de celebrar su jubileo de 25 años de episcopado, su salud se deterioró y decide pasar sus últimos días con sus hermanos capuchinos en Pucón, donde había iniciado su trabajo misionero.
Su lucha por la paz fue al extremo de ofrecer su propia muerte por la paz de Chile y Argentina: “Ofrezco mi vida por el Papa, por la Iglesia, por la diócesis de Osorno, por los pobres, por la paz entre Chile y Argentina, y por el triunfo del amor”, fueron sus últimas palabras en este mundo.
Los ojos azules del obispo fraile se cerraron el 4 de enero de 1982 en el Hospital San Francisco de Pucón para volar hacia la casa del Padre. Sus restos reposan en la cripta de la Catedral de Osorno, a la que acuden continuamente numerosas personas a orar y pedir favores por su intercesión.
En 1998 se inició su proceso de beatificación y el 7 de noviembre de 2014 fue declarado Venerable por el papa Francisco, quien autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación del decreto que declara sus virtudes heroicas.
Actualmente el proceso sigue en curso, esperando que se produzca un milagro por la intercesión de Francisco Valdés para activar la ansiada beatificación que esperan los fieles de Osorno.
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