Por Abel Manríquez Machuca, periodista – Investigador histórico
“Con sus 108 metros de altura llegó a ser considerado el puente más alto de Sudamérica”, “rápel sobre el río Chirre a 94 metros”, “por su altura sobre el valle deja en segundo lugar al Viaducto del Malleco”, “el puente Chirre.”
Afirmaciones y datos como estos son los que circulan en torno al monumento histórico (desde 2017) puente Chirre, notable obra de la ingeniería chilena, construida en hormigón armado (1940-1945).
El desafiante nexo físico-material que une ambos lados de una quebrada por la cual profundamente, abajo, circulan las aguas del río del mismo nombre.
Sin discusión, una expresión de la inteligencia humana constructora. Un orgullo para la comuna de Río Bueno y la Región de los Ríos.
Geográficamente ubicado en el extremo sur-oriente regional, en la ruta T-981-U, que une a Crucero con Entrelagos y el Lago Puyehue; el viaducto está en las cercanías del límite con la Región de Los Lagos.
Hoy su uso es vial, puente angosto (4,40 metros indican), pero nació como puente ferroviario del subramal Crucero-Lago Puyehue. Testimonio de una época en que, todavía en el siglo XX, se veía a los ferrocarriles con fe idealista de una gran base para el desarrollo económico y humano en nuestro estado-nación.
ECOS Y SUEÑOS
Ni más ni menos, como los ecos del antiguo sueño potente y ejecutor del malogrado estadista José Manuel Balmaceda (que gobernó en 1886-1891), ridiculizado, en su tiempo, por los bochinches de sus adversarios políticos.
Rabiosos porque no compartían esa fijación por construir grandes obras públicas, “eternas” y en beneficio del país, con los aportes que se obtenían indirectamente de la explotación de la riqueza salitrera.
“El Champudo” –así le decían en ofensa- impulsaba literalmente el país “a todo vapor”. Un Presidente de la República tan grande como su honradez, que con firmeza y modos diplomáticos, puso en su lugar a quienes pretendieron coimearlo o lisonjearlo.
Parece que nos hemos desviado del tema. ¿Sí o no?
No tanto, pues esas fueron las reflexiones, de pasado y presente, que nos conmovieron en febrero de 2019 (día 15), impresionados al conocer el puente Chirre y admirar su estructura.
Lo examinamos visualmente, en deleite intelectual, desde en medio de la fascinante vegetación nativa renoval de los verticales costados, rodeados por el frescor estimulante de la naturaleza y la dulzura del canto de los pájaros, y en una tarde calurosa alrededor. Racionalismo e introspección, sentimientos, poesía.
Nos impactó especialmente, su único gran arco inferior que pareciera por sí solo sostener toda esa magnífica estructura, con fuerza, belleza y armonía en la unión de los lados norte y sur del barranco. Se aprecia una ingeniosa superación técnica en sostenerlo en terreno tan difícil.
En información web de la Facultad de Ciencias de la Ingeniería de la Universidad Austral de Chile, se menciona que la luz máxima de ese arco es de 66,70 metros.
Vimos diseño e ingeniería, junto a la presencia sólida y decidida del Estado comprometido en una gran edificación, de las administraciones republicanas de don Pedro Aguirre Cerda y de don Juan Antonio Ríos. Patria en concreto armado.
Y una obra pública, cuya elevación sobre el cauce del río Chirre, nos llamó la atención, de todas maneras.
En esos instantes, y conociendo otros puentes del país, en especial el Viaducto del Malleco (símbolo de fierro y todavía actual del empuje liberal balmacedista), se nos generó la inquietud por saber con exactitud la altura del Puente Chirre respecto al fondo de la quebrada.
Los datos en circulación eran y siguen siendo variados y no coinciden. Tampoco nos convencían ante nuestra simple apreciación “a ojo”.
Compartimos tal interés con el director de la cercana Escuela Rural de Chirre, el profesor Danilo Opitz Tapia, con quien mantenemos una constante comunicación desde Valdivia; el cual igualmente se entusiasmó.
Y ambos movidos por “la búsqueda”…la búsqueda de una certeza al respecto. Inspirados como Goethe en que “la sabiduría se encuentra sólo en la verdad” o en que “una respuesta correcta es como un beso cariñoso”.
En este caso, lo que teníamos que hacer era por sí mismos. ¡Medir la altura! “En vivo y en…directo”, en un pragmatismo racionalista puro.
Cuando lo pensábamos realizar… apareció la pandemia del covid-19, amenaza para la humanidad.
“El Chirre” seguiría ahí mismo, pues pasó la prueba telúrica máxima del terremoto de 1960…aunque nosotros ¿quizás? Ahora, al parecer ya somos “veteranos covid-19”.
El lunes 26 de diciembre de 2022, para nosotros –Abel, periodista, y, Danilo, profesor; de 69 y 39 años respectivamente) nos llegó el día de medir la altura del afamado puente y resolver nuestra incógnita. Nos encontramos “in situ” a las 15:00 horas.
Al modo de los antiguos maestros albañiles egipcios y también de los que, en la Edad Media, participaron en la construcción de las grandes catedrales, nos proveímos de una plomada, elaborada con lienza generosa y un plomo (lo sustituimos por una humilde y funcional piedra).
Desde el nivel de la calzada y pasando por encima del centro del arco, la hicimos llegar lentamente hasta el fondo, tocando el curso de agua, lo que observamos desde arriba.
Para total seguridad, bajamos en garra por uno de los selváticos costados hasta el río mismo. Una buena caminata por encima de piedras para ir a comprobar la correcta verticalidad, tensión y extensión de nuestra cuerda y el peso amarrado.
Todo perfecto; incluso al costado de una base original de concreto que durante la edificación sostuvo parte del complejísimo andamiaje.
“¡Con esto ni Indiana Jones nos supera”!, comentó espontáneamente el profesor Opitz. Previamente, habíamos marcado la lienza en su extremo superior. Retornamos, requiriendo más fuerza para la subida.
Vueltos al nivel del puente, recogimos cuidadosamente nuestra sonda y, en seguida medimos con rigor el total del trozo de cuerda que se desplegó en la prueba.
Nos indicó: ¡67 metros! Eran casi las 17:00 horas.
Transitaban automovilistas y camioneros y en la estrechez de la calzada nos hacían el quite, la mayoría mirándonos con curiosidad y quizás respeto, pues nadie nos dio un bocinazo en medio de tal concentración.
Nosotros, como dos “Arquímides” del siglo XXI, sentíamos un ¡eureka!, si bien la leyenda menciona que el físico y matemático griego salió corriendo desnudo por la ciudad desde una especie de tina de baño y, en cambio, por nuestra parte, en realidad estábamos, como se dice, con “la lengua afuera”.
Habíamos establecido por nosotros mismos y con una técnica antiquísima pero eficiente, la altura del viaducto. Un dato que difiere evidentemente de los que se le mencionan, que ahora, lo podemos decir con seguridad: son exagerados.
Un par de días después, como especie de “contramuestra”, efectuamos una nueva medida de la cuerda en sus dos marcas.
Mismo resultado: ¡67 metros! Suficiente. Medición verificada.
Aunque nuestro ya citado y sabio Goethe haya dicho que “el hombre está hecho por sus creencias. Como él cree, así es”. O que todavía existan muchísimos seres humanos convencidos que el viaje del ser humano a la Luna fue un tongo.
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