Columna de opinión de Rocío Espinoza, Directora Ejecutiva Fundación MC.
Aumenta la violencia en las calles, en los barrios y también en los colegios. Poco a poco crece la preocupación por distintos hechos, antes impensables, en los establecimientos educacionales, que nos obligan a reflexionar. ¿Qué está pasando con los niños y jóvenes? ¿Qué conductas se están normalizando? ¿Qué está fallando?
A estas alturas, ya no es novedad que la pandemia generó un tremendo impacto en el sistema educativo en Chile y en el resto del mundo. El cierre de las aulas y las clases presenciales reveló y acentuó brechas que ya existían.
La crisis sanitaria agudizó entonces de manera severa las desigualdades educativas que había antes de la pandemia. Ahora bien, cuando reconocemos retroceso, no nos referimos sólo a los aspectos académicos sino también al bienestar socioemocional de niños, niñas y jóvenes que dejaron de interactuar, de compartir, de desarrollarse junto a sus pares.
Mientras se estudia el fenómeno, el sentido común nos habla de la necesidad de reforzar con urgencia el aprendizaje socioemocional.
De acuerdo al Diagnóstico Integral de Aprendizaje elaborado por la Agencia de Calidad de la Educación 2021, durante la pandemia el 55% de los estudiantes de educación media señaló sentirse “aburrido” y un 40% sentirse “mal genio” o “enojado”. Además, un 54% se percibe “con menos ganas de hacer cosas”.
La agencia de la calidad de la educación también muestra resultados al respecto donde se ve que el 57% de los estudiantes de 6° básico posee un desarrollo medio-bajo o inferior en sus indicadores de desarrollo personal y social.
La evidencia internacional (Durlak, 2011) también muestra los efectos positivos del desarrollo de habilidades socioemocionales en relación a conductas negativas en la sala de clases: aumenta en un 23% la actitud positiva hacia uno mismo y hacia el colegio, aumenta en un 27% el rendimiento académico, disminuye en un 22% los problemas de conducta y en un 24% la angustia emocional.
Es urgente pensar como país en los efectos de esta pandemia en el desarrollo integral de las futuras generaciones. Es necesario ampliar las discusiones al respecto, estudiar evidencia y generar programas que ayuden a paliar los efectos.
Es crucial el mejoramiento de los estándares de aprendizaje centrados en el bienestar socioemocional y, con ello, revertir los efectos negativos que estamos presenciando hoy, además de disminuir conductas de riesgo.
En Fundación MC estamos conscientes que estos desafíos no pueden ser abordados ni solucionados por un sólo sector. Por esto, apoyamos programas que impacten profundamente la vida de niños y niñas desde kinder a octavo básico con proyectos que desarrollen y fortalezcan estas habilidades con foco en segmentos en contexto de vulnerabilidad.
La articulación y la colaboración del ecosistema ampliado de la filantropía es un excelente camino para ir generando cambios positivos y concretos y, al mismo tiempo, evidencia para las políticas públicas que nuestro país necesita.
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