Educación

Toda una travesía: estudiar en zonas remotas de la Región de Los Lagos

Por Roberto Cadagán / 18 de julio de 2022 | 17:10
Las escuelas rurales deben enfrentar el aislamiento y las condiciones climáticas para recibir a sus estudiantes. Crédito: Cedida.
En localidades, como Las Gaviotas en Puerto Octay o en Caleta Huellelhue, ubicada en Río Negro, los estudiantes deben enfrentar largos trayectos, falta de internet y caminos difíciles para poder educarse.
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En localidades, como Las Gaviotas en Puerto Octay o en Caleta Huellelhue, ubicada en Río Negro, los estudiantes deben enfrentar largos trayectos, falta de internet y caminos difíciles para poder educarse.

Estudiar y trabajar para todas las personas implica un esfuerzo, pero cuando se trata de caminar por largo rato o manejar un vehículo sorteando dificultades muchas veces peligrosas, se necesita coraje y muchas ganas de salir adelante o de ayudar a otros a que lo hagan.

Caleta Huellelhue está a 55 kilómetros del poblado más cercano, Riachuelo y ambos pertenecen a la comuna de Río Negro. 

Siguiendo la ruta se encuentra el sector de Los Castaños, en el cual hay una escuela con el mismo nombre y desde ahí se deben recorrer 33 kilómetros hasta la caleta.

Para un trayecto en vehículo, esta distancia tarda 4 a 5 horas solo de ida, dependiendo del estado y condiciones en que se encuentre el camino, producto de las constantes lluvias y nevazones. 

Se trata de un trayecto y un sector que se caracteriza por tener barriales y árboles caídos en invierno, por tanto, quienes transitan por el sector deben hacerlo en camionetas 4x4 y ojalá contar con sierras para cortar los troncos que están en medio de la ruta, o bien cuerdas para moverlos.

Ni hablar si el único bus que llega al lugar queda en panne a mitad de camino. Si no pasa un conductor de buena voluntad, la caminata puede ser muy extensa.   

Más adelante existe un cruce de ocho kilómetros por el río Huellelhue, una travesía de 30 minutos donde se deben esquivar desde vientos implacables y lluvias torrenciales, hasta cierto oleaje propio de este tipo de fluviales. 

En ocasiones, la lluvia llega a ser tal que, desde tierra firme, en las orillas, caen pequeñas cascadas hacia el río.  

Los caminos son todo un desafío para vehículos y peatones. Crédito: Cedida.

Los habitantes, visitas y turistas deben realizar esta travesía para ir a comprar víveres a la localidad de Riachuelo, la cual se encuentra a 55 kilómetros, ida y vuelta, mientras que las escuelas acogidas por el Estado reciben sus raciones y abastecimiento para las cocinas por parte de las empresas concesionarias de Junaeb que se encuentran en la región, las cuales deben sortear lo anterior en la misma medida. 

Una de ellas es Soser, la cual debe llegar cada mes con un envío importante de alimentos y materiales necesarios para la mantención de las personas y del establecimiento educacional. 

Camino con dificultades

Héctor Morales, uno de los supervisores de la empresa y responsable de llevar todo lo necesario a la Escuela Rural Caleta Huellelhue, cuenta que “en invierno es imposible ir a esa localidad, ya que las dificultades del camino no permiten acceder, por lo que el último envío de abastecimiento fue de más de 600 kilos, el cual debe durar hasta septiembre". 

"Este incluye víveres, útiles de aseo, gas, entre otros elementos fundamentales para la vida cotidiana de dos niños, una profesora y una manipuladora que está a cargo de entregar el servicio de alimentación”, agrega.  

Leonor Lauster, la profesora de este colegio, trabaja ahí desde hace tres años y tiene por misión enseñar las materias correspondientes a dos alumnos, de 7 y 11 años. Ambos viven en este internado y ella cumple las funciones de profesora, pero también de una madre, porque los padres son de comunidades alejadas y por eso prefieren dejar a los niños viviendo en el colegio. 

“Huellelhue es una caleta chica donde hay solo viviendas que están a cierta distancia la una de la otra, no hay almacenes ni tiendas. Hay recorridos tres veces a la semana solamente para que los lugareños puedan ir a comprar sus cosas”, comenta la docente.

Leonor vive en Osorno y debe viajar los viernes a su casa, para volver los domingo. Ella dice que decidió realizar este tipo de trabajo “porque se dio la oportunidad y era una nueva experiencia. 

"Comencé justo en el tiempo de la pandemia, así es que estuve dos años vía online haciendo clases y este es mi primer año presencial”, relata.

A pesar de que los niños no tienen Internet en sus casas, el Estado les proveyó de una tablet con conexión para trabajar a distancia, aunque Leonor señala que “la señal falla de vez en cuando sobre todo por los temporales en esta época de invierno y a veces podemos están sin conexión hasta una semana”. 

Todo lo realizan con energía a base de leña que les provee la empresa. “Tenemos luz con paneles solares que sirve para la vida cotidiana”, afirma.

Los recursos no pueden faltar para lo estudiantes. Crédito: Cedida.

Largos trayectos

En tanto, en una localidad de Puerto Octay, existe una historia similar. Si hay barro o nieve en el camino, la manipuladora de alimentos, Inés Aguilar camina por una ruta con pendiente ascendente por más de una hora para llegar a la escuela “Las Gaviotas” ubicada en un sector del mismo nombre. 

No le importa la lluvia o el frío porque se dedica a alimentar a los niños desde hace seis años, aunque hoy es solo una niña la que recibe clases. 

“Me pongo ropa de agua para ir y volver, pero estoy acostumbrada y me sirve de ejercicio. Como es pura cordillera acá el clima es malo, pero no pasamos frío en la escuela porque tenemos calefacción y está calientito”, dice. 

La cocina del colegio funciona con gas y tienen luz eléctrica. Ahí vive la docente a cargo de la escuela, Vania Navarrete, pero su residencia está en Futrono, lugar al que se traslada todos los fines de semana para ver a su familia después de trabajar cinco días en el colegio.

Para ir a Las Gaviotas, se deben recorrer 150 kilómetros desde Llanquihue, pero los 40 kms. antes de llegar son de muy complejo acceso. 

En cada escuela se vive el calor de hogar. Crédito: Cedida.

No solo se trata de un camino angosto en algunos trayectos que circundan el Lago Rupanco. “Al punto de caber solo una camioneta y luego viene un precipicio, sino que también se debe andar por rutas entre cerros que son tan estrechas que se requiere cerrar los espejos exteriores”, comenta.

"De lo contrario, el vehículo no pasa. Todo lo anterior, para educar a una niña”, relata Francisca Vargas, supervisora de Soser.  

A pesar de lo complicada que puede ser la logística, no se escatima en esfuerzos humanos, en proveer de alimentos variados que tengan larga duración, ni en formas de llegar para que manipuladoras, niños y profesores puedan tener buenas condiciones de vida, ya que, de otra forma, la educación de esos pocos alumnos y alumnas no se podría llevar a cabo. 
 

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